UN GENOCIDIO DE VERDAD:EL HISTÓRICO CASO DE RUANDA.

“Cuando la gente me pregunta porque odio a todos los Tutsis, le respondo lean nuestra historia, los tutsis colaboraron con los colonizadores belgas, nos arrebataron las tierras a los hutus, nos fustigaron y ahora los rebeldes tutsis han regresado, son cucarachas, son asesinos, Ruanda es la tierra de los hutus, nosotros somos mayoría, existe una minoría de traidores e invasores, pero erradicaremos esa plaga aniquilaremos a los rebeldes del frente patriótico Ruandés, esta es la RP, Radio del poder, estén alertas vigilen a sus vecinos”

Así con estas palabras de un locutor comienza una de las películas bell ster cinematográfico “Hotel Ruanda” donde se recrea aquella matanza despiadada que ocurrió hace 25 años, exactamente entre los meses de abril y julio del año 1994, cerca de unas 800.000 personas fueron asesinadas en Ruanda, en medio de una campaña de genocidio sin precedentes en África que acabó con entre un 20 y un 40 por ciento de la población de ese país.

Para entender bien el origen de estos hechos escalofriantes tenemos que acercarnos a su origen para encontrar los orígenes del conflicto (según nos lo cuenta la agencia de noticias Reuters), precisamente hay que remitirse a la época en la que Ruanda era una colonia, primero de Alemania, que tomó control del país en 1894, y luego de Bélgica, en 1916. En ese momento fue cuando la distinción entre los hutus y los tutsi se convirtió en un factor racial: debido a sus facciones y a su contextura, los tutsi eran considerados ‘más cercanos a los europeos’, y por tanto eran la etnia privilegiada.

En 1933, el Gobierno belga empezó a emitir identificaciones que estipulaban la etnia de la persona, oficializando así la división entre un grupo y el otro.

Durante el periodo colonial, los tutsi eran quienes conformaban el gobierno, bajo el control de Bélgica. Una vez el país europeo acordó la independencia de Ruanda, en 1962, se instauró un gobierno liderado por los hutu que buscaba invertir los roles heredados del periodo colonial: los tutsi pasarían a convertirse en la raza inferior, mientras que los hutu, al ser mayoría, serían la etnia superior, y buscarían establecerse como tal a través de la diferenciación y depreciación de los tutsi.

Pocos años después, en 1972, la masacre de decenas de miles de hutus en Burundi, un país cercano a Ruanda, provocó la migración de cientos de refugiados hutus que llegaron a Ruanda, mientras que los tutsi se fueron a Uganda. Fue en ese último país donde se gestó el Frente Patriótico de Ruanda (FPR), un grupo liderado por refugiados tutsi que buscaba reivindicar la posición de su etnia a través de actos de violencia contra los hutu.

En agosto de 1993, el entonces presidente, Juvenal Habyarimana –líder de Ruanda desde 1973-, y el FPR firmaron un acuerdo de paz que hizo poco para aliviar la creciente tensión entre los dos grupos étnicos, y en cambio generó el descontento de los hutus radicales, que no estaban de acuerdo con los términos del acuerdo, que permitían una apertura del gobierno para los tutsi.

Sin embargo, el catalizador del genocidio llegó el 6 de abril de 1994, cuando el avión en el que se transportaba Habyarimana junto con el presidente de Burundi fue derribado. Ambos mandatarios murieron. A partir de ese momento, los hutus radicales se tomaron el gobierno y llamaron a los demás rebeldes a emprender una masacre contra los tutsi –a quienes acusaban de haber estado detrás del ataque contra el presidente- y a cualquiera que pudiera tener un vínculo con ellos.

Los ataques eran altamente patrocinados y difundidos a través de la radio, que sirvió como una forma de propagar el odio contra los tutsi y de justificar la masacre. A través de los medios se hacía un llamado a los hutu para unirse al ‘interahamwe’ (los que atacan como uno solo), un grupo de hutus radicales que se unían para buscar a los tutsi, pedirles su identificación –que, como una herencia de la colonia belga, aún enunciaba el grupo étnico- y asesinarlos.

La palabra ‘genocidio’, según la ONU, es definida como cualquier acto que busca destruir una nación, religión o etnia. Durante los 100 días que duró el genocidio, pocos se refirieron a este como tal, como Estados Unidos, que denominó la masacre como una “guerra civil”. Por su parte, las Naciones Unidas y Bélgica retiraron sus tropas de Ruanda después de que 10 soldados belgas fueron asesinados.

El genocidio terminó oficialmente el 18 de julio de 1994, cuando el FPR tomó el control de Kigali, la capital del país. Tras la masacre se estableció un gobierno liderado por un presidente hutu, Pasteur Bizimungu, y un vicepresidente tutsi, el líder del FPR, Paul Kagame, quien tomó el poder en el año 2000, y aún se mantiene como el mandatario del país.

En 2001, la Comisión de Unidad Nacional y Reconciliación de Ruanda estableció unos tribunales denominados ‘Los Gacaca’, encargados de juzgar a los involucrados en el genocidio. Hasta 2012, año en que se cerró el tribunal oficialmente, casi dos millones de personas fueron juzgadas. Los Gacaca, sin embargo, fueron objeto de críticas por los organismos internacionales debido a su presunta falta de imparcialidad.

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