Hace 25 años las escuelas experimentales en Argentina no fomentan competir y obtienen mejores resultados

Tierra del Fuego sancionó la primera ley de escuelas experimentales, que enseñan sin pupitres ni exámenes

El ministro de educación fueguino, Diego Romero, destacó: “La ley provincial 1253 garantiza la continuidad de este proyecto pedagógico que hace 25 años eligen distintas familias de Tierra del Fuego. Todo ello enmarcado en el modelo de Innovación Educativa que se ampara en la Ley Nacional de Educación y la Ley Provincial de Educación”.

La ley, en realidad, viene a revalidar lo que ya consignan resoluciones, ordenanzas y decretos. “Al ser una ley tiene más fuerza jurídica”, sostienen. Las escuelas siguen estando bajo la órbita del ministerio de educación provincial, pero ahora le asignan una dirección específica que funciona como el nexo para la supervisión pedagógica.

Hace ya 26 años que se fundó la primera escuela experimental en Ushuaia. Se llamó Las Lengas y hoy tiene los tres niveles: inicial, primaria y secundaria. Pero la historia fueguina no podría contarse sin el antecedente de La Plata. Así también lo describe un informe de CIPPEC de 2003: Las escuelas experimentales de Tierra del Fuego: sentidos y condiciones de una propuesta educativa alternativa, que escribieron Axel Rivas y Paola Llinás.

Fue la inglesa Dorothy Ling quien puso los cimientos. Primero surgió como un taller musical que ganó adeptos con los años. El cuestionamiento por la educación formal la llevó a fundar en 1959 un Centro de Investigación Pedagógica que, en los hechos, funcionaba como una escuela con un bajo arancel. Ya a mediados de los ’80, el ministerio de educación le ofreció a Ling iniciar una escuela experimental pública, que se llamó Instituto Themis Speroni, aunque todos lo conocen simplemente como “La escuelita”.

Los principios fundamentales que regían esa experiencia incipiente son los mismos que proclaman hoy. El arte es el sostén de todas las materias. Se trabaja sin pupitres, no hay exámenes, mucho menos notas numéricas. El personal está formado solo por docentes que se encargan también de mantener limpia la escuela.

La experiencia platense comenzó a llamar la atención de otras provincias. Se abrieron “sucursales” siempre por impulso de las propias familias. De hecho, fue un grupo de padres fueguinos que tomó conocimiento de una escuela experimental en Santa Cruz. Tantearon la posibilidad de abrir un establecimiento en Ushuaia con el ministro de educación provincial de entonces, pero el intento no prosperó. Entonces probaron suerte con el intendente municipal y la coyuntura política los ayudó para fundar Las Lengas en 1993.

Las otras dos que siguieron -La Bahía y Los Alakalufes- también fueron municipales. Recién en el 2000 se creó la primera escuela de jurisdicción provincial: Los Coihues. El modelo alternativo trascendió Ushuaia en 2005 cuando en Río Grande, la segunda ciudad fueguina, se fundó Los Cauquenes. En el próximo ciclo lectivo también llegará a la tercera ciudad, Tolhuin, cuando se ponga en marcha el proyecto de Los Ñires.

En los 25 años de escuelas experimentales en Tierra del Fuego, siempre fueron públicas, a excepción de un breve impasse. La anterior gestión en la provincia privatizó la educación alternativa, obligando a cobrar cuota a las familias. “Era una locura. Justamente una de las grandes riquezas de la experiencia es que vienen hijos de profesionales y de carpinteros, de orígenes muy distintos”, remarcó Puig Ubios. Los reclamos pronto se hicieron sentir y el gobierno dio marcha atrás con la medida.

Hoy los padres interesados en anotar a sus hijos en las escuelas son muchos más de los que los establecimientos son capaces de acoger. Se calcula que hay mil familias esperando cada sorteo de ingreso que se realiza. Además de las escuelas, desde 2006 funciona el profesorado Terranova que ofrece títulos de nivel inicial y primaria. Tanto allí como en el Instituto de Educación Superior Roberto Themis Speroni de La Plata se forman los docentes que trabajan en las escuelas.

Cómo funcionan

Trabajan con grupos reducidos. Son cursos de un máximo de 15 alumnos. En los establecimientos no están las aulas convencionales, ni siquiera los pupitres. Son salones amplios. Los chicos se sientan en ronda, en unos almohadones o alfombritas que tiran en el piso y el docente guía las clases. Todas las clases tienen un factor común: el arte.

“Perseguimos una educación por el arte, en la que cada uno descubra, en presente y por experiencia, su condición de creador, que no es producto de aprendizajes especiales ni de un talento singular. En todas las áreas de trabajo están la pintura, la poesía, la música, la danza y el teatro. Dentro de este contexto se desarrollan las áreas curriculares”, describió Puig Ubios.

Pese a las adaptaciones en el modo de enseñar, aclaran, las escuelas experimentales se adecúan a la currícula que plantea el ministerio de educación provincial. Es decir, dan los mismos contenidos que las convencionales. Pero la forma de evaluar también es muy distinta. No les toman exámenes. Tampoco reciben notas numéricas. Se trata de “no fomentar la competencia”. Los chicos solo reciben la calificación de “aprobado” o “desaprobado”. Quienes desaprueban no repiten de grado, sino que vuelven a hacer la materia con otro grupo de alumnos. En los grupos, entonces, terminan conviviendo jóvenes de distintas edades.

A la hora del ingreso de nuevos chicos, los hermanos de los alumnos tienen prioridad. Buscan el sentido de pertenencia de las familias. El resto de los interesados se anotan y van a un sorteo que, en los últimos años, son muy concurridos.

Los docentes, al trabajar con los distintos grupos, conocen a todos los chicos de la escuela. Cada día, cuando terminan las clases, se reúnen y evalúan en conjunto el desempeño de los alumnos. Con el método alternativo, los aprendizajes no están en riesgo. Todo lo contrario, dicen. Y los resultados los avalan: en las anteriores pruebas de aprendizaje ONE y en las actuales Aprender, las escuelas experimentales superan el promedio provincial en las cuatro áreas evaluadas: lengua, matemática, ciencias sociales y naturales.

“La estructura de la escuela es la que se adapta al aprendizaje y no el aprendizaje el que se adapta a los tiempos, los espacios y la organización gradual tradicional”, puntualizó el ministro Romero. “Más allá de que cada escuela tiene sus particularidades, un punto fundamental es la Asamblea Docente Permanente, que es el órgano de gobierno de la escuela y, como tal, toma las decisiones y las estrategias para la resolución de los problemas”, agregó.

En las escuelas solo hay alumnos y docentes que, en los establecimientos más grandes, llegan a 25. No tienen porteros ni personal de limpieza. Los trabajos de mantenimiento de la escuela lo hacen los maestros cada día. Y entre ellos no existen jerarquías. Hay un director designado, pero responde a un pedido administrativo. En los hechos, no tiene más injerencia que sus compañeros.

Deja un comentario