Factor religioso en la política de la sociedad americana (II parte) (Opinión)

La interpretación de estos autores (Clement Thibaud y María Teresa Calderón) parece especialmente válida para comprender la reacción de las gentes del común tanto a la crisis de la monarquía como a la posterior propuesta criolla, primero autonomista y después republicana. En efecto, el súbdito o miembro de una sociedad de Antiguo Régimen como la hispanoamericana tenía profundamente arraigado el hábito mental de la obediencia y lealtad que se debe al monarca, en cuanto delegado o vicario de la soberanía universal divina : así lo había oído una y otra vez de boca de sus curas y doctrineros. Obediencia y lealtad son dos categorías morales que remiten directamente a la conciencia del súbdito, de modo que la relación entre éste y el soberano se fundamenta en una concepción esencialmente religiosa-moral de la ordenación de las cosas. De ahí también que la rebeldía contra el soberano sea calificada como un delito de “lesa majestad civil”, equiparable al de apostasía o herejía (lesa majestad divina). Y en última instancia, la desaparición del rey, o más precisamente de la monarquía, dejaba a la comunidad sin su cabeza rectora y ordenadora “hundiendo a los hombres en la confusión, el furor y la guerra”.

En todo caso las gentes del sentido común no disponían de los registros proporcionados por la escolástica moderna castellana – y aún menos de las ideas de los novatores ilustrados- y por ellos la rebelión contra la monarquía les parecía un sacrilegio. De todo ello eran también muy concientes los propios criollos patriotas: en el Río de la Plata el Deán Gregorio Funes advertía el peligro que suponía el que la Junta bonaerense hubiera decidido ejecutar a las autoridades de Córdoba tras la toma de la cuidad por las tropas porteñas, decisión que llevaría a que la causa patriota “siendo tan justa iba a tomar desde este punto el carácter de atroz, y aún de sacrílega, en el concepto de unos pueblos acostumbrados a postrarse ante sus obispos”.

El respeto religioso hacia la autoridad queda también reflejado en una significativa anécdota que relata Alfonso Múnera a propósito de las maniobras de los regidores de Cartagena para movilizar a las gentes del común con el fin de lograr la deposición del gobernador Montes, en junio de 1810. Cuando el regidor García de Toledo se dirigió al mulato Pedro Romero, natural de Matanzas en Cuba, como persona de más influencia en el barrio artesano de Getsemaní exponiéndole el plan, de entrada a Romero “le pareció empresa imposible y la miro como a la cosa más extraña que pudiera intentarse contra un magistrado de su majestad”.

Esa visión católica y tradicional del orden político-social es la que recogen estas palabras del arzobispo de Charcas, el benedictino Benito María de Moxó, de 1813, refiriéndose a los vecinos de esa capital que habían apoyado a los argentinos:

Gente mal aconsejada ¿Por qué rompisteis los lazos de la unión y la concordia que te hacían feliz? Cuando obedecías a tus jefes y magistrados, cuando reposabas a la sombra de unas leyes justas, podías verdaderamente gloriarte de tu libertad e independencia; por el contrario, en el aciago día en que determinaste romper el yugo de la debida obediencia y subordinación, te hiciste esclava de unos caudillos que abusaron de tu sencillez y de su poca experiencia para tiranizarte”

La obediencia al orden establecido por Dios y la ley que dimana de ese orden, sustentado en la monarquía, era la fuente de la auténtica libertad, en una visión ascético-religiosa del orden político.

De ahí que también entre las gentes del común partidarias de la independencia perviviría el factor religioso como elemento fundamental sobre el que debe construirse y estructurarse el nuevo estado para que fuese verdaderamente legítimo.

Julio César López .

El autor es Colombiano por su familia  y Venezolano de nacimiento.Licenciado en Historia e Ingeniero Electromecánico por El Instituto Universitario de Tecnología de Puerto Cabello.

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